GONZALO VARELA, MIL VECES MÉDICO
“Mil veces volvería a ser médico, es la profesión más apasionante del mundo. No importa la especialidad, lo bonito es ser médico”. Estas palabras de su profesor el Dr. C.G. Durán han marcado su carrera. Fue su alumno, primero, médico interno después y con él quiso hacer su residencia en Santander, “pero no fui buen estudiante”, confiesa, “y no pude elegir el hospital que quería para formarme”. Aunque completé mi formación como residente en el Hospital La Paz en Madrid”, “lo que aprendí durante dos años con el Dr. Durán, me duró toda la vida”. “He intentado ser un buen médico en los 42 años que me he dedicado a esta profesión”. Trabajó del 82 al 94 en el Hospital Universitario 12 de Octubre de Madrid y siendo allí médico adjunto le llamaron para organizar el Servicio de Cirugía Torácica en el Hospital Universitario de Salamanca. Fue profesor titular de la Universidad de Salamanca desde 2006 y en 2016 fue presidente de la ESTS (European Society of Toracic Surgeons). En un año, la presidencia de la ESTS le llevó a dar más de 40 conferencias en el extranjero: en Shangai, Abu Dhabi, San Petersburgo… “a veces, pienso que he llegué a ‘algún puesto’ por confusión, porque había otras personar con más méritos”, dice. Su discurso presidencial en el congreso anual de la Sociedad se tituló “Songs, books and Thoracic surgery” y como Woody Allen “empezó este discurso por el final”: quiso ser pianista y aventurero como El Quijote, aunque acabó como el barbero que le curó de su locura, como cirujano (los barberos eran los cirujanos de la Edad Media). Fue Vicepresidente Cirujano Torácico en SEPAR entre 2012-2015. Pilar de Lucas le entregó el Premio Médico-Médico a la excelencia asistencial en 2015. Decidió ser médico tras leer La Ciudadela de A. J. Cronin, una novela conmovedora que relata los años clave de la universalización de la sanidad a través de la experiencia de un joven idealista recién licenciado en medicina que ejerce en el pueblo minero de Drineffy en las montañas de Gales.
¿Cómo llegó a Salamanca?
Una noche, cuando trabajaba en el 12 de Octubre de Madrid, me llamaron y me ofrecieron ir a montar el Servicio de Cirugía Torácica en Salamanca. ¿En qué condiciones?, pregunté. Me contestaron que sería el jefe del nuevo servicio y que elegiría a mi equipo. A lo que yo añadí tener un sistema informatizado de información del paciente. Una réplica del que yo mismo había montado y tenía en Madrid. Para mí es fundamental poder analizar los datos. El instrumental no me preocupaba. Trabajaríamos con lo que hubiera disponible. Lo relevante es tener conocimiento. Aquella llamada quedó allí. Me olvidé. Un día, al cabo de los meses, me llamaron y me dijeron que sí, que adelante… Yo les pregunté cómo llegaba a Salamanca. Empezar de cero fue una gran oportunidad. Podría trabajar en la mejora de todo aquello que yo criticaba. Llamé a Marcelo Jiménez, de Granada, que aceptó acompañarme y se trasladó a Salamanca conmigo. Trabajamos seis años codo con codo. Los primeros seis meses, teníamos a la familia en Madrid y Granada. Llenamos un papel en blanco y nos divertimos mucho.
¿Se siente orgulloso?
Mucho. Soy un gran amante de las cosas sencillas. Cuando se tiene que hacer algo, se estudia, se prepara y se hace. Es sencillo. No teníamos presupuesto; trabajábamos con el objetivo de “responder” a lo que necesitaba cada paciente. Jamás suspendimos una operación. Además, los anestesistas que trabajaban con nosotros, como Esther del Barrio, eran muy buenos. Teníamos toda la información, que nos proporcionaba el análisis de los datos de los pacientes y trabajábamos por objetivos reduciendo las complicaciones.
¿Cómo llegó a SEPAR?
En el año 78 o 79, prácticamente desde que empecé la residencia. Intentaba publicar en Archivos de Bronconeumología. Me rechazaban los artículos y yo persistía. En Salamanca afronté casos muy difíciles. Una noche en Urgencias, me encontré frente a un caso “endemoniado”. Pensé que era la única persona en 200 kilómetros a la redonda que podría salvar al paciente. Exclame para mis adentros ¡quién dijo miedo! Y me tranquilicé a mi mismo ordenándome: ¡frena la taquicardia y adelante!… Lo que me ha servido para aprender mucho es haber sido editor asociado de revistas científicas.
Hoy se habla de situar al paciente en el centro del sistema sanitario…
Aunque sea “trending topic”, no es verdad. Los hospitales todavía están orientados al médico, no al paciente, a cómo les es más cómodo hacer las cosas… aunque se trata bien a los pacientes. El hospital está organizado por especialidades y no compartimos ni tecnología ni información. Cada uno es muy celoso de lo suyo. Tenemos que pelear todavía mucho para que el paciente esté realmente en el centro del sistema de salud.
Cirugía y tecnología ¿son el binomio del futuro?
Siempre y cuando la tecnología esté al servicio del médico. Yo llevo tres stents. A las 24 horas de llevarlos ya no me cansaba. La tecnología ha permitido a la cardiología el venderse muy bien. Pero la tecnología hay que saber indicarla. En el Hospital de Salamanca desarrollamos un sistema de videoconferencia para evitar el desplazamiento a la consulta de todos los pacientes y que vinieran solo aquellos a quienes se debía operar. Este sistema evitaba el desplazamiento de personas que están hasta a 300 kilómetros del hospital.
SEPAR ¿qué tal se encuentra?
Si estás en SEPAR y participas encuentras tu lugar. Yo he aprendido mucho: en los Congresos me siento desde la 8 de la mañana a las seis de la tarde conferencia tras conferencia. En SEPAR hay muchos interlocutores válidos, espacios de trabajo… se tendría que analizar las áreas con mayor potencial y ver qué necesitan de SEPAR y cómo se pueden vehicular esas prioridades. Hace falta un esfuerzo para entenderse unos con otros, siempre.
Buenos momentos en SEPAR…
¡Claro! He vivido muchos momentos buenos en SEPAR. Por ejemplo formando parte del Comité Científico Todo mi agradecimiento al Dr. Joan Barberà que me propuso como vocal. Aprendí mucho con las revisiones, las discusiones y el trabajo en equipo.
¿Por qué retirarse ahora?
Se me ha pasado el arroz… yo creo que ya he cumplido con mi misión y no quiero obstruir el camino de los que vienen detrás. Hay que dar paso a lo jóvenes. A mí me toca decir lo que digo ahora cuando me invitan a “dar charlas”: if it’s not hurting, it’s not working; el esfuerzo merece la pena siempre. Si has conseguido poner en marcha un proyecto y curar a un enfermo ha valido la pena, aunque se me haya caído el pelo y me haya estropeado tres coronarias.