Autores
José Gregorio Soto Camposa, Josefa Rojas Villegasb
a Unidad de Gestión Clínica de Neumología y Alergia. Hospital de Jerez. Jerez de la Frontera (Cádiz), España
b Unidad de Gestión Clínica de Prevención, Promoción y Vigilancia de la Salud. Área Sanitaria Norte de Cádiz. Hospital de Jerez. Jerez de la Frontera (Cádiz), España
Correspondencia
José Gregorio Soto Campos
Unidad de Gestión Clínica de Neumología y Alergia. Hospital de Jerez
C/ Sevilla, 42, 1.º J. 11402 Jerez de la Frontera (Cádiz), España
E-mail: josesoto@separ.es
El control del asma se ha definido como el grado en que se pueden reducir o eliminar las manifestaciones de la enfermedad con un adecuado tratamiento. Las guías internacionales de manejo del asma recomiendan monitorizar el control del asma por medio de la evaluación de los síntomas, la función pulmonar y algunos marcadores inflamatorios.
No existe un único método ideal para la monitorización del control, cada uno tiene fortalezas y debilidades; sin embargo, la irrupción de los cuestionarios de control y de calidad de vida han permitido conocer el impacto del asma desde la perspectiva del paciente.
En las últimas dos décadas se han desarrollado y validado numerosos cuestionarios de control y calidad de vida en asma. Los más importantes han sido publicados en diferentes revistas de literatura médica, cumpliendo con los requisitos para un estudio de validación.
El presente trabajo es una revisión bibliográfica que incluye los cuestionarios más relevantes de control y calidad de vida, analizándose sus características más importantes con el objetivo de identificar su utilidad y sus inconvenientes y la correlación entre ellos.
Los autores declaran no tener ningún conflicto de interés relacionado directa o indirectamente con los contenidos del manuscrito.
El asma es una enfermedad crónica, de elevada prevalencia en la población general, caracterizada por seguir un curso variable en el tiempo, ya sea de forma espontánea o como respuesta al tratamiento. A principios de los años noventa, los primeros documentos de consenso para el manejo del asma empleaban la gravedad como elemento esencial para su clasificación y tratamiento. La aparición de la edición 2006 de la GINA1 supuso un cambio en los conceptos y la clasificación, puesto que comenzó a hablarse de control de la enfermedad. Desde entonces las guías de tratamiento de la enfermedad han puesto el énfasis en el concepto de control, que hace referencia al grado en que las manifestaciones de la enfermedad están ausentes o reducidas por el tratamiento2. Según este esquema, lo más importante en el manejo de esta enfermedad es conseguir y mantener el mejor control posible en cada paciente, modificándose el tratamiento según este objetivo. Este término incluye las características clínicas de la enfermedad (síntomas y exacerbaciones), la limitación de actividades y las pruebas de función pulmonar. Según la afectación se han establecido, de forma arbitraria, tres niveles de control (asma controlada, asma parcialmente controlada y asma no controlada). Esta clasificación no ha sido validada desde el punto de vista clínico y es establecida por el facultativo en el momento de evaluar al paciente.
La GEMA 5.03 dice que el objetivo principal del tratamiento del asma es lograr y mantener el control de la enfermedad lo antes posible, además de prevenir las exacerbaciones y la obstrucción crónica al flujo aéreo y reducir al máximo la mortalidad. Los objetivos del tratamiento, tanto en su vertiente de controlar los síntomas diarios (dominio de control actual) como para prevenir las exacerbaciones y una pérdida exagerada de función pulmonar (dominio de riesgo futuro), deberían concretarse en una mejor calidad de vida de los pacientes. Esto lo sabemos ya desde los primeros trabajos que correlacionaron el control del asma y la calidad de vida de los pacientes. Así, Chen et al.4 observaron en la serie TENOR que un control deficiente al inicio del estudio predecía peores puntuaciones de AQLQ y EQ-5D en el seguimiento. El control del asma en este trabajo siguió siendo un factor predictor independiente de la calidad de vida específica de la enfermedad y tuvo una mejor relación longitudinal con el estado de salud de los pacientes que la gravedad del asma al inicio del estudio. Pero no siempre las medidas de control y la calidad de vida de nuestros pacientes coinciden.
Dentro del conjunto de herramientas necesarias para medir el control del asma, se han desarrollado varios cuestionarios sencillos y fáciles de administrar5-18 (Tabla 1). Los dos cuestionarios mejor validados y más utilizados en castellano para evaluar el control del asma en adultos son el ACQ y el ACT5-10. La comparativa entre estos test y el ATAQ queda reflejada en la Tabla 2.
Tabla 1.
Cuestionarios para medir el control del asma (adultos)
Cuestionario |
Rango de edad (años) |
Número de preguntas |
Idioma de validación |
Período evaluado |
ACT (6) |
≥ 12 |
5 |
Inglés/español |
4 semanas |
ACQ (10) |
≥ 12 |
7 |
Inglés/español |
1 semana |
SASCQ (11) |
≥ 12 |
5 |
Inglés |
1 mes |
30s (12) |
≥ 19 |
5 |
Inglés |
3 meses |
PCAQ (13) |
≥ 18 |
11 |
Inglés |
- |
ATAQ (14) |
≥ 18 |
2 |
Inglés |
1 mes |
ACSS (15) |
≥ 18 |
3 parámetros (clínicos, fisiológicos e inflamatorios) |
Inglés |
1 semana |
ASUI (16) |
≥ 18 |
11 |
Inglés |
2 semanas |
ACCI (17) |
≥ 17 |
12 |
Inglés |
2 meses |
JACS (18) |
≥ 20 |
15 |
Japonés/inglés |
4 semanas |
ACT: Asthma Control Test; ACQ: Asthma Control Questionnaire; SASCQ: Seattle Asthma Severity and Control Questionnaire; 30s: Thirty second asthma test;
PCAQ: Perceived Control of Asthma Questionnaire; ATAQ: Asthma Therapy Assessment Questionnaire; ACSS: Asthma Control Scoring System; ASUI: Asthma Symptom Utility Index; ACCI: Asthma Control and Communication Instrument; JACS: The Japan Asthma Control Survey questionnaire.
Tabla 2.
Características de ACT, ACQ y ATAQ
Dominios |
ACQ |
ACT |
ATAQ |
Síntomas diurnos |
+ |
+ |
- |
Síntomas nocturnos |
+ |
+ |
+ |
Limitación de actividades cotidianas |
+ |
+ |
+ |
Uso de medicación de rescate |
+ (ACQ-5) |
+ |
+ |
Percepción del propio paciente del grado de control de asma |
- |
+ |
+ |
Período investigado |
1 semana |
4 semanas |
4 semanas |
Los puntos de corte en el ACT han establecido que los valores por encima de 20 indican que el asma está controlada; entre 15 y 19 puntos, un control parcial; y por debajo de 15, un mal control del asma. La diferencia mínima clínicamente importante para este test es de 3 puntos19. Con respecto al ACQ, se han creado versiones cortas del cuestionario (ACQ-5, 6 y 7) y diversas adaptaciones del test. En un estudio que utiliza datos del ensayo clínico GOAL, Juniper et al.20 encontraron que el punto de corte en el ACQ que discrimina entre asma «bien controlada» y «no bien controlada» está próximo a una puntuación de 1, pero que, para tener mayor certeza de que el asma está bien controlada, la puntuación debe ser < 0,75 y, para el asma mal controlada, > 1,5. No obstante, según algunos autores estos cuestionarios carecen de una correcta validación clínica y, por lo tanto, su interpretación no puede extrapolarse directamente a las categorías de control establecidas por las guías de práctica clínica GEMA o GINA.
En una revisión sistemática y un metaanálisis posterior21 se puso de manifiesto que el ACT es preferible al ACQ en la práctica clínica. Para la evaluación del asma no controlada, el ACT mostró poca precisión, con un valor del área bajo la curva ROC de 0,69, mientras que el punto de corte para el ACQ no fue correctamente establecido.
El valor de los puntos de corte de estos cuestionarios se revisó también en un estudio prospectivo español (MAGIC)22,23, realizado en 1.363 pacientes asmáticos estables. Se observó que el 13,6% de los pacientes tenía asma controlada, el 34,2% parcialmente controlada y el 52,3% asma mal controlada. Este estudio tenía como principal objetivo establecer los valores del ACQ que mejor discriminaran el grado de control en concordancia con los niveles establecidos por GINA, y que resultaron ser de < 0,5 para “asma bien controlada” (sensibilidad 74,1%, especificidad 77,5%,), ≥ 1 para “asma mal controlada” (sensibilidad 73%, especificidad 88,2%) y 0,5-0,99 para “asma parcialmente controlada”23, valores que hoy día se incluyen en GEMA 5.04, aunque persiste el valor de ACQ > 1,5 como predictor de exacerbaciones futuras en esa misma guía y como criterio de asma grave no controlada.
Con respecto al ACT, un estudio prospectivo español24, en una población de asmáticos adultos, sobre la relación entre este cuestionario y los niveles de control según GINA, trató de establecer los puntos de corte del ACT y evaluar su relación con la función pulmonar y la fracción de óxido nítrico exhalado (FeNO). Para el asma bien controlada el punto de corte obtenido fue ACT ≥ 21, para la mal controlada fue ACT ≤ 18 y para el asma parcialmente controlada fue ACT = 19-20. Se observaron diferencias significativas en los niveles de FeNO y la función pulmonar entre ACT ≥ 21 y ACT ≤ 18, aunque solo el 26,3% de los pacientes con ACT ≤ 18 presentaron un FEV1 menor de 80%, mientras que el 40% tenían un FeNO elevado (≥ 35 ppb). Existía una correlación entre FEV1 basal y ACT (r = 0,19, p < 0,01), así como entre ACT y FeNO (r = –0,16, p < 0,01).
Dentro de los dominios que conforman y determinan el grado de control del asma, el dominio de riesgo futuro incluye la ausencia de exacerbaciones (evitando especialmente las visitas a urgencias y las hospitalizaciones), la prevención de una pérdida exagerada de función pulmonar y del desarrollo de una obstrucción fija al flujo aéreo, y la prescripción de un tratamiento óptimo con nulos o mínimos efectos adversos25.
Con respecto a la utilidad de los test que miden el control de la enfermedad, se ha debatido mucho el valor predictivo sobre este riesgo futuro en la enfermedad. Bateman et al.26, en un análisis retrospectivo de cinco ensayos clínicos en los que se usaba budesonida/formoterol como terapia de mantenimiento y alivio, informaron de que el control actual del asma en una semana determinada, evaluado utilizando el ACQ, puede usarse para predecir el nivel de control del asma en la semana siguiente. Así, cuanto mayor sea el nivel de control deficiente del asma en la semana índice, mayor probabilidad habrá de que se produzca una exacerbación en la siguiente semana. Otros autores encuentran esta relación también con el ACQ, pero no hacen sino incidir en el concepto de que una situación inestable del asma predice futuras exacerbaciones27. En cuanto al ACT, parece existir un cierto valor predictivo considerando el ítem de uso de medicación de rescate28.
En situación de estabilidad sabemos que la función pulmonar no presenta correlación con los síntomas del asma en adultos ni en niños, pudiendo existir pacientes con un FEV1 disminuido y prácticamente asintomáticos, y otros, en cambio, con una función pulmonar en los límites normales pero con un mal control sintomático. Por otro lado, la variabilidad del flujo espiratorio máximo (FEM) se correlaciona con los síntomas respiratorios y la disminución de la función pulmonar en la población general. En pacientes con asma, una mayor variabilidad del FEM a lo largo del tiempo ha demostrado ser indicativa de un mal control del asma.
Hay estudios que indican que el Test del Control del Asma (ACT) no se correlaciona con el FEV129 pero sí con los síntomas, el uso de medicación de rescate e incluso la variabilidad del FEM. Otros autores, como Park et al.30, encontraron aún mayor discrepancia entre el ACT y el FEV1 en pacientes de mayor edad, sin eosinofilia, sin alergia, de sexo femenino y con rinosinusitis, lo cual indica que necesitamos considerar las características del paciente y las comorbilidades de la enfermedad a la hora de evaluar el control. Factores como la obesidad o el sedentarismo hay que tenerlos en cuenta31. No obstante, existen trabajos que indican que la medición única del ACT es útil para evaluar el control del asma, la predicción de la exacerbación y los cambios en las decisiones de tratamiento32.
Algunos estudios también apuntan que las puntuaciones del ACQ relacionadas con los síntomas difieren claramente de la función pulmonar33,34. Por tanto, los test ACT y ACQ son instrumentos válidos, pero su fiabilidad para detectar asma mal controlada no es completa, por lo que no se deben utilizar nunca como única herramienta de valoración del control35,36.
Respecto a la relación entre estos test y otros parámetros, como la inflamación o la hiperrespuesta bronquial, Bora et al.37 revelaron que las puntuaciones del ACT no tenían una asociación significativa con parámetros funcionales e inflamatorios (FeNO, esputo inducido o tasas de eosinófilos) ni con la hiperrespuesta bronquial, si bien los pacientes controlados tenían menos reactividad bronquial y niveles más bajos de FeNO que los no controlados. Además, se observó una mejora significativa en la respuesta a metacolina, positividad y niveles de FeNO en el seguimiento después de ajustar tratamiento.
Algunos autores han enfatizado esta correlación negativa entre ACT y FeNO, que fue estadísticamente significativa para los pacientes no tratados con corticosteroides inhalados38, mientras que otros indican que la adición de FeNO a ACQ-7 aumenta la posibilidad de detección del asma mal controlada y permite ajustar la terapia de mantenimiento39.
Por tanto, dentro de pacientes con un mismo fenotipo, a nivel individual los test del control del asma pueden tener valor, como indican Demarche et al., pues el incremento o descenso significativo de 0,5 puntos en ACQ se asoció con fluctuaciones en el recuento de eosinófilos en el esputo a lo largo del tiempo en su estudio40.
Otro aspecto a comentar de estos test es el referente a la desigualdad en la percepción del control entre médicos y pacientes. Así, los pacientes tienden a sobrestimar el control de su enfermedad41,42. En el trabajo de Vennera et al.31, solo el 10% de los pacientes con asma grave evaluados en este estudio está controlado según criterios GEMA. Tanto pacientes como médicos sobrestimaron el control, especialmente los primeros. De este modo, la mencionada discordancia médico-paciente puede derivar en un mal control del asma, además de en una pauta terapéutica subóptima.
A pesar de todas las limitaciones anteriores, es importante señalar la utilidad de estos test en el seguimiento de los pacientes, tanto para estudios epidemiológicos43,44 como en la práctica clínica habitual45-47. ACQ y ACT detectan los cambios longitudinales en el control durante los ensayos clínicos y en vida real. Estas características han implicado la generalización de su uso entre especialistas dedicados al asma, tanto hospitalarios como de atención primaria. Efectivamente, el uso adecuado de estos cuestionarios permite actuar sobre el tratamiento de pacientes no controlados y mejorar los resultados en salud tanto en la atención primaria48 como en la especializada (incluso en intervenciones mínimas, como en una sola visita en unidades de asma)49.
El lenguaje universal que comportan estos cuestionarios ha hecho que surjan recomendaciones recientes de derivación en un reciente consenso basado en la puntuación del ACT. Así, un criterio de derivación sería un mal control sintomático en ausencia de exacerbaciones, definido por ACT < 20 o ACQ > 1,5 puntos, de forma repetida en dos visitas, después de adecuar el tratamiento controlador y de comprobar una buena adhesión al mismo50.
Estos test también suponen una ayuda para identificar a pacientes que pueden estar afectos de asmas severas para un mejor manejo51,52, y permiten comprobar la respuesta a fármacos, entre ellos los nuevos medicamentos biológicos, de modo que se intenta precisar al máximo la prescripción y cambiar (switch) a otro producto en el caso de no obtenerse respuestas adecuadas (véase la definición de las respuestas parcial, completa y total)53.
Por tanto, para medir el control del asma, los cuestionarios Asthma Control Test (ACT) y Asthma Control Questionnaire (ACQ) han sido considerados idóneos y suficientes, pese a los inconvenientes descritos, en un consenso español, y se acepta su uso para cribado y en la práctica clínica en seguimiento54.
Aunque la herramienta fundamental para evaluar el control del asma es la visita médica presencial (donde mediante la entrevista se evaluará la presencia de síntomas y exacerbaciones), recientemente hemos asistido, a causa de la pandemia de COVID-19, a una reestructuración de unidades de asma y servicios de neumología que ha imposibilitado la asistencia clínica tal como la veníamos realizando. Surge así la necesidad de otras formas de atención a nuestros pacientes asmáticos. La Gema 5.03 habla ya de teleasistencia médica (telehealthcare) como un término general, abarcando las diferentes formas de asistencia sanitaria con tecnología (teleconsulta, telemonitorización y telemedicina). El uso combinado de estas estrategias, que incluye el manejo de telecasos o la teleconsulta, mejora el control de la enfermedad y la calidad de vida de los pacientes con asma55,56.
Por ello, estos cuestionarios que miden el control del asma han sido y serán una buena herramienta para el seguimiento de nuestros pacientes57,58, posiblemente complementados con test que cuantifiquen adherencia y conocimiento de la dispensación por parte de farmacias extrahospitalarias de los regímenes terapéuticos. En este sentido, la información podría ser mejorada con el concepto de falta subaguda de control del asma (sub-acute lack of asthma control, SALAC), que ha sido utilizado en dos estudios usando bases de datos administrativas (una base de datos centrada en el paciente [PharMetrics / IMS Health Inc., Watertown, MA, EE.UU.] y la HealthCore Integrated Research Database [HealthCore Inc., Wilmington, DE, EE.UU.]). Se definía como con SALAC al paciente que requiere más de cinco recetas de terapia de alivio en un año o que ha precisado atención de su médico de atención primaria en más de cuatro ocasiones en ese periodo. O’Connor et al.59 y Stephenson et al.60 informaron de que SALAC es predictivo de exacerbaciones futuras. Estos datos u otros parecidos, como el uso de ciclos de corticosteroides orales, se podrían usar en la actualidad, integrados en la historia clínica universal de los pacientes, para información del control junto a los cuestionarios que nos ocupan.
El interés médico en la calidad de vida viene motivado por el hecho de que el paciente no solo desea vivir, sino vivir en las mejores condiciones posibles de salud. En nuestra sociedad está totalmente introducido el concepto de «calidad de vida relacionada con la salud» (CVRS), como una aproximación multidimensional que aborda todos los aspectos de cada individuo y que nos permite conocer y tratar mejor a los enfermos. El término CVRS designa los juicios de valor que un paciente realiza acerca de las consecuencias de su enfermedad o su tratamiento, y lo podríamos definir como la evaluación del impacto que produce la enfermedad en la vida de la persona desde su propia perspectiva. De esta forma, se incluyen tanto aspectos físicos como psicosociales ligados a la enfermedad, ya que se explora cómo se siente el paciente en relación con la enfermedad y con la limitación que esta le produce61.
Para poder cuantificar estos aspectos se necesita desarrollar herramientas mediante las cuales el paciente nos haga llegar sus impresiones sobre la enfermedad. Actualmente estas herramientas se conocen como resultados reportados por el paciente o PRO (Patient Reported Outcomes). Estos PRO están constituidos por cuestionarios que han seguido un complejo y detallado proceso de desarrollo y validación para asegurar que miden lo que realmente deben medir y que sus variaciones reflejan cambios significativos en el estado del paciente.
La CVRS en los pacientes asmáticos puede evaluarse mediante cuestionarios genéricos o específicos para enfermedades respiratorias, como el SGRQ62-64 (Tablas 3 y 4). Sin embargo, debido a la variabilidad temporal característica del asma, parece más aconsejable utilizar cuestionarios específicos para esta enfermedad, como el AQLQ-M o el AQLQ-J65-69.
Tabla 3.
Cuestionarios genéricos de CVRS
Instrumento |
Autor |
Número de ítems |
Método de administración |
Versión española |
SF-36 |
Ware JE |
36 |
Autoadministrado |
Sí |
NHP |
Hunt SM |
38 |
Autoadministrado |
Sí |
SIP |
Wilson BS |
136 |
Autoadministrado |
Sí |
QWB |
Fanshel S |
22 |
Entrevista |
Sí |
ISH |
Van Schayck CP |
21 |
Entrevista |
- |
MOS-20 |
Stewart AL |
20 |
Autoadministrado |
- |
EQ-5D |
Brooks R |
5 |
Entrevista
|
Sí |
CVRS: calidad de vida relacionada con la salud; NHP: Nottingham Health Profile; SIP: Sickness Impact Profile; QWB: Quality of Well-Being; ISH: Inventory of Subjective Health; MOS-20: Medical Outcomes Study-20; EQ-5D: EuroQol-5D; EVA: escala visual analógica.
Tabla 4.
Cuestionarios específicos de CVRS para pacientes adultos con asma
Instrumento |
Autor |
Número de ítems |
Método de administración |
Versión española |
AAQ |
Sibbald B |
31 |
Autoadministrado |
- |
ABP |
Hyland ME |
22 |
Autoadministrado |
- |
AQLQ-J |
Juniper E |
32 |
Autoadministrado |
Sí |
AQLQ-M |
Marks GB |
22 |
Autoadministrado |
Sí |
AQLQ-NAA |
Gupchup GV |
19 |
Autoadministrado |
- |
ASC |
Kinsman R |
36 |
Autoadministrado |
Sí |
ASES |
Tobin DL |
80 |
Autoadministrado |
- |
ASUI |
Revicki DA |
11 |
Autoadministrado |
- |
KASE-AQ |
Winder JA |
60 |
Autoadministrado |
- |
LWAQ (AQ4) |
Hyland ME |
68 |
Autoadministrado |
- |
QLQ-asthma |
Brown DT |
20 |
Autoadministrado |
- |
SGRQ |
Jones PW |
20 |
Autoadministrado |
Sí |
AIR |
Letrait M |
63 |
Autoadministrado |
- |
AQ 20/30 |
Barley EA |
20-30 |
Autoadministrado |
- |
Rhinasthma |
Baiardini I |
30 |
Autoadministrado |
- |
RQLQ |
Juniper E |
28 |
Autoadministrado |
Sí |
SNOT 16, 20 o 22 |
Piccirillo J |
16,20,22 |
Autoadministrado |
Sí |
AAQ: Attitudes to Asthma Questionnaire; ABP: Asthma Bother Profile; AQLQ-J: Asthma Quality of Life Questionnaire–Juniper; AQLQ-M: Asthma Quality of Life Questionnaire–Marks; AQLQ-NAA: Asthma Quality of Life Questionnaire for Native American Adults; ASC: Asthma Symptom Checklist; ASES: Asthma Self-Efficacy Scale; ASUI: Asthma Symptom Utility Index; KASE-AQ: Knowledge, Attitude and Self-Efficacy Asthma Questionnaire; LWAQ: Living With Asthma Questionnaire; QLQ-asthma: Quality of Life Questionnaire Asthma; SGRQ: St George’s Respiratory Questionnaire; AIR: Asthma Impact Record index; AQ 30/20: Airways Questionnaire 30/20; RQLQ: Rhinoconjunctivitis Quality of Life Questionnaire; SNOT: Sino-Nasal Outcome Test.
Algunos autores han comparado la utilidad de ambos tipos de cuestionarios en el paciente asmático. Ware et al. objetivaron que el cuestionario específico Asthma Quality of Life Questionnaire (AQLQ) de Marks era más sensible al cambio en la gravedad de la enfermedad que el genérico SF-3670. Van der Molen comparó dos cuestionarios genéricos y dos específicos, observando que el más sensible a cambios en la situación de la enfermedad era el específico (Living with Asthma Questionnaire), mientras que el genérico SF-36 y el AQLQ de Juniper se relacionaron mejor con la gravedad de la enfermedad71,72. De estos estudios se deduce que los cuestionarios específicos parecen más sensibles a los cambios que experimentan los pacientes en la evolución de su enfermedad, aunque no existe superioridad de unos frente a otros73. Por su parte, los genéricos facilitan poder establecer comparaciones con la población general, al permitir conocer qué aspectos de la calidad de vida de los pacientes están alterados en relación con poblaciones no afectadas por la enfermedad de estudio.
En el asma hay un hecho destacable importante, y es que una proporción de pacientes presenta valores espirométricos cercanos a la normalidad y, aun así, refiere un importante deterioro de su calidad de vida. Por tanto, no siempre una buena función pulmonar equivale a una buena calidad de vida27, hecho que hay que tener en cuenta, sobre todo, a la hora de evaluar los resultados de cualquier intervención terapéutica. Todos estos test se han incorporado a la evaluación de nuevos fármacos y a veces no se consiguen diferencias mínimas significativas, como dicen en su metaanálisis Bateman et al.74. En otros casos es un valor añadido a la hora de mostrar la efectividad de cualquier nuevo medicamento75,76.
Siguiendo con los aspectos que pueden afectar a la calidad de vida en asmáticos, el estudio de González-Barcala et al.77 indica que pudieron identificar algunos factores relacionados con la peor calidad de vida en pacientes con asma. Los más significativos fueron la edad avanzada, un nivel educativo más bajo, una mayor gravedad inicial del asma, la presencia de eventos estresantes, un control deficiente del asma y la necesidad de ser ingresados en el hospital. En una cohorte sueca que aplicó el AQLQ en diferentes años78 se observa que el sobrepeso, las exacerbaciones, la gravedad de la enfermedad autoevaluada, la coexistencia de enfermedad cardíaca, depresión/ansiedad y/o rinitis se asociaron con una CVRS más baja, mientras que un alto nivel educativo y conocimientos sobre autogestión lo hicieron con una CVRS más alta.
Otros estudios también indican que las implicaciones emocionales de la enfermedad, que varían de persona a persona dependiendo de su sensibilidad individual, pueden modificar la percepción del paciente ante estos test79,80. En un estudio publicado en el 2014 utilizando el AQLQ, esta vez en población hospitalizada, se observaron también puntuaciones inferiores en pacientes con ansiedad o depresión, junto con un peor control del asma medido mediante el Asthma Control Test81.
Al igual que en otras patologías crónicas, los parámetros tradicionales utilizados para evaluar la gravedad de la enfermedad y su evolución temporal se correlacionan solo de forma discreta con la calidad de vida que realmente tiene el paciente. La relación entre cuestionarios de calidad de vida y función pulmonar u otros parámetros que indican control de la enfermedad, incluyendo ACT o ACQ, no es estrecha, tal como indican algunos trabajos74,82,83, posiblemente por la influencia de estos factores externos a la enfermedad, como las comorbilidades que inciden en la percepción del paciente. No obstante, puede observarse alguna relación con el asma bien controlada y mal controlada incluso correlacionándolas con parámetros inflamatorios (eosinófilos en sangre periférica y esputo)84,85.
Para algunos autores, la definición de las guías del control actual de los síntomas refleja el control de la inflamación de las vías respiratorias. Sin embargo, el deterioro de la calidad de vida puede estar presente incluso en estos pacientes aparentemente controlados, por lo que se apunta que medir la calidad de vida puede proporcionar información útil al evaluar al paciente asmático. No obstante, para la GEMA el uso de herramientas de medición de calidad de vida resulta más adecuado en investigación. Además, a pesar de que existen versiones reducidas de cuestionarios, su uso conlleva una inversión de tiempo considerable, por lo que no se recomienda su empleo en la práctica clínica diaria.